Entrevista en “La Marina Plaza”, por Romu Soler
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Marta Espinós, joven pianista nacida en Xàbia, cuenta ya con una brillante trayectoria internacional como intérprete. Alumna de Joaquín Achúcarro, considerado uno de los más prestigiosos pianistas de las últimas décadas, son frecuentes sus recitales en EEUU. Actualmente reside en Madrid y considera necesario aplicar nuevas fórmulas a los conciertos de música clásica para acercarla a un público mayoritario. Tras varios años sin tocar en la Marina Alta, la semana pasada estuvo en el Festival Dénia Clàssics para interpretar su último proyecto, El humor en la música clásica.
“Esta primavera regresaré a los Estados Unidos para interpretar un concierto temático sobre Sorolla”
“El estado de la música clásica es preocupante. La media de edad del público cada vez es más alta”
“Comento mis conciertos al público, para que comprenda lo que va a escuchar”
”Si pudiera vivir profesionalmente de mis conciertos en Xàbia lo haría, pero ahora mismo es muy difícil”
-¿Cuál ha sido tu trayectoria?
-Nací en Xàbia, estudié en en el Conservatorio Superior de Música de Alicante Óscar Esplá y después realicé un postgrado en L’Escola de Música de Barcelona con Albert Attenelle. Posteriormente mi formación continuó en Dallas, en la Meadows School of the Arts, con Joaquín Achúcarro, nuestro pianista más internacional, que lleva más de 25 años impartiendo clases allí. Ya hace aproximadamente 4 años que regresé de EEUU para dedicarme profesionalmente a mi carrera artística como pianista.
-Actualmente resides en Madrid pero con frecuencia visitas EEUU para impartir clases magistrales y, sobre todo,recitales como solista, difundiendo el repertorio español.
-Afortunadamente, mi vínculo profesional con EEUU aún está muy vivo gracias a la Fundación Joaquín Achúcarro, la Fundación de mi maestro, que está ubicada en Dallas, a pesar que él es de Bilbao, cosas que suelen ocurrir en nuestro país… Gracias a ellos y a la Embajada de Washington voy un par de veces al año a realizar giras.
Esta primavera regresaré a EEUU para tocar en el Meadows Museum, propiedad de la Universidad donde estudié, allí están realizando una exposición sobre Sorolla. Para la ocasión he ideado un concierto temático en el que me propongo reflejar la música de la época del pintor, pero también su imaginería: la playa, los niños, los jardines de Andalucía… Intentaré mostrar todos esos escenarios en el programa que he escogido.
-Tus conciertos son un tanto heterodoxos. Por un lado, los comentarios que realizas entre obra y obra les dan un carácter educativo, que te acerca al público. Por otra parte, tu actitud interpretando es, incluso, juguetona y teatral.
-¿Juguetona y teatral? Bueno, en el concierto sobre el humor en la música clásica que he ofrecido en Dénia estos días, sí. Todo surge de la creencia de que el estado de la música clásica es preocupante. Por ejemplo, cada vez la media de edad del público que se acerca a los auditorios es más alta. La fórmula de conciertos a la antigua usanza -en la que el músico sale, saluda, toca y se va sin entablar ningún contacto verbal con el público- a mí personalmente no me gusta, creo que es uno de los motivos de que haya habido un distanciamiento entre el músico y el público.
Como intérprete, me siento en parte responsable de esto, y creo que debo contribuir a hacer posible que todo el mundo, aunque no sea entendido, pueda disfrutar de la música clásica.
La fórmula que utilizo para lograrlo es la del concierto comentado que tenga un hilo temático conductor. Mis comentarios se dirigen a un público amplio, por eso no uso tecnicismos, pretendo ser comprensible y amena. En un concierto seguramente habrá sólo un cinco por ciento de entendidos. Aunque esa pequeña porción de público puede que conozca el contenido de mis explicaciones, el restante 95 por cien no, y mi intención es hacerles disfrutar de lo que voy a interpretar.
De esta manera se rompen muchas barreras. Desmitificas al intérprete como si fuese alguien intocable. Das pistas sobre lo que se va a interpretar y eso permite que al público le llegue mejor. Sin duda, nuestra atención es muy diferente si nos dan alguna pista sobre lo que vamos a escuchar, se nos predispone de una forma diferente, la experiencia gana en valor.
-Y para acercar la música clásica al ciudadano has optado también por interpretarla fuera de su espacio natural, las salas y auditorios.
-Desgraciadamente vivimos una época en que están cerrando numerosas salas de música en directo, y esto afecta a todos los géneros, aunque los músicos del jazz lo están sufriendo muchísimo. El músico clásico medio cada vez tiene más difícil ser contratado por los grandes auditorios. Por eso, una fórmula alternativa es llevar la música allí donde habitualmente no se había programado, por ejemplo, instituciones como los museos.
“Pocos alumnos he tenido como Marta Espinós. Sus ‘Variaciones Goldberg’ de Bach dejan huella, como modelo de conocimiento y amor por una partitura. Marta es animal de escenario”.
Joaquín Achúcarro
“Para mí, Marta Espinós representa esa nueva generación de músicos que no limitan su esfuerzo a tocar admirablemente su instrumento –y, por supuesto, ella es una pianista de primera categoría– sino que desean poner su sabiduría al servicio de la música como cultura. Estos son los verdaderos solistas que nuestra vida cultural necesita”.
José Luis Temes (Premio Nacional de Música 2008 en la modalidad de intérprete)
-En tu trayectoria hay una visión multidisciplinar, relacionando la música con otras disciplinas como la pintura, la fotografía o la poesía. Un buen ejemplo de ello es el trabajo que realizaste en Valencia con el fotógrafo Xavier Mollà llamado De Neruda a Bukowsky. Otra muestra la encontraríamos en el carácter multimedia del concierto que ofreciste en Dénia El humor en la música clásica, en el que incluyes proyecciones que complementan algunas de las piezas que interpretas. Un ejemplo más de esta concepción multidisciplinar se plasma en la empresa que codiriges, Lo Otro.
-Así es. Soy codirectora artística de una empresa con base en Madrid llamada Lo Otro. Curiosamente es la rama musical de un estudio de arquitectura que diseña exposiciones para grandes instituciones culturales, y que se está especializando en ofrecer música que acompaña a esas exposiciones, lo que nosotros llamamos comisariado musical. Escogemos cuidadosamente el programa musical para el evento y buscamos a los mejores músicos para interpretarlo. Hemos trabajado para la Biblioteca Nacional de España, el Museo del Prado, el Museo Nacional de Escultura y para otros museos estatales, sobre todo en Madrid.
-¿Cómo definirías tu repertorio?
-Se trata de un repertorio muy variado, desde el siglo XVIII hasta nuestros días. Cuando planteo un programa para un encargo, busco seguir un hilo temático conductor, y también que sea lo más variado posible desde el punto de vista histórico. Habitualmente mis conciertos nacen de encargos para instituciones culturales, esto me lleva a adentrarme continuamente en territorios musicales nuevos.
Es el caso del concierto que interpreté en Dénia, El humor en la música clásica, que es un encargo original del Museo Nacional de Escultura con motivo del Carnaval. En él hay piezas que van desde el Barroco hasta el siglo XX: el compositor más actual era Xavier Monsalvatge, que murió hace 12 años. También se incluían temas de Rameau, Debussy , Erik Satie o Aaron Copland. Tratar el tema del humor me permitía continuar en esta idea de desacralizar la música clásica, quitarle gravedad y acercarla más al público.
“Si no fuera por los extranjeros, muchas veces no llenaríamos los auditorios”
-En el concierto que nos ofreciste hace unos días ocurría algo que anteriormente nos has señalado, la media de edad era relativamente alta, había muy poca gente joven. Además, como suele ser habitual en los conciertos de música clásica en la Marina, un buen porcentaje de los asistentes eran extranjeros.
-Esta semana he realizado un concierto aquí en Madrid, en el Palacio de Cibeles y creo que ha tenido la media de edad más baja que he tenido nunca, había muchísimos niños. Sin duda influyó en que era domingo, pero también el tratarse de un concierto que se centraba en el humor. Es una alegría vivir esto, pero es una excepción.
La media de edad es relativamente alta actúes donde actúes, es lo habitual. Sin duda es un factor en el que también influye otro factor: tenemos una carencia de educación musical deplorable.
Por ejemplo, el hecho de que en los conciertos de música clásica en nuestras comarcas haya una gran presencia extranjera indica cómo estamos en cuanto a educación musical con respecto a otros países. Habla por sí mismo. No hay que olvidar que el ciclo de Dénia Clàssics lo organiza una asociación de melómanos alemanes. ¡Ole por ellos! Si no fuera por los extranjeros no llenaríamos en muchas ocasiones nuestros auditorios. Me pidieron en el concierto que hablara también en inglés, no sólo en valenciano, y cómo no tener esta deferencia, esta muestra de respeto y agradecimiento, ya que son ellos los que promueven este ciclo.
-Paradójicamente ésta es una zona que se precia de ser una tierra de músicos, en las bandas y conservatorios hay un buen número de alumnos, y la música tiene una importante presencia en nuestra sociedad. Pero todo esto no se ve reflejado en el público que acude a los conciertos, da la sensación de que funcionamos en compartimentos estancos.
-Es cierta esta sensación de compartimentos estancos que no se comunican, lo que acaba siendo un problema. Al final hay que tener en cuenta que la vivencia de la música es una experiencia fundamentalmente en directo, en los conciertos. Esa es la realidad, independientemente del hecho de poder disfrutar también de grabaciones.
Es un gran error no fomentar más la música en directo. Sería inteligente que nos planteáramos todos los que estamos vinculados a la música –conservatorios, bandas, profesores, intérpretes…- que de lo que se trata es de escuchar conciertos, no todo es academicismo. Los músicos clásicos tendemos a encerrarnos en el estudio y, en cambio, lo que pasa en la vida real en el escenario es algo muy diferente.
En nuestra tierra, buena parte de los músicos han adquirido su formación en bandas. La banda es un fenómeno musical y social, que funciona de forma autónoma. Exceptuando de ciertos conciertos que ofrecen a lo largo del año, hay que tener en cuenta que la función originaria y tradicional de las bandas es el pasacalle y amenizar nuestras fiestas, lo que me parece muy respetable. Además cumplen un papel importante como cantera. Por otra parte, quizá habría que diferenciar la función de una banda de un pueblo pequeño y la de una banda sinfónica de una ciudad grande. Pero como instrumentista que no tiene cabida en una banda, soy la persona menos indicada para hablar de esto con propiedad.
-Son muy escasas las ocasiones en la que actúas en la Marina para ser una pianista nacida aquí.
-Sinceramente, hace mucho tiempo que no tocaba en la Marina, la última vez fue hace 5 años, en un ciclo de verano que interpreté las Variaciones Goldberg de Bach en Dénia. Lamentablemente no toco casi por allí, y no será porque no lo intento, ya que a los ayuntamientos y auditorios les llega mi actividad concertística, pero… No sé si uno puede ser profeta en su propia tierra, pero me encantaría tocar más en la Marina.
-¿Un músico profesional puede desarrollar su carrera residiendo en la Marina hoy en día?
-Siempre hay más oportunidades en las grandes ciudades, aunque también más competencia. Si pudiera vivir profesionalmente de la música estando en Xàbia, lo haría, pero en estos momentos, que es muy, muy difícil ganarse la vida interpretando conciertos, sin duda debo estar en Madrid. Conozco muchos casos de intérpretes que, después de estudiar no vuelven, incluso si pueden se van al extranjero, porque la situación aquí está muy complicada.
Otra cosa muy diferente es combinar la interpretación con la docencia. De esta manera sería más sencillo residir en la Marina, pero no es mi caso.
-Durante los últimos años han sido continuos los recortes en cultura y en educación. En el terreno musical han afectado muy duramente a la programación de conciertos, pero también a los conservatorios y a las bandas.
-Es terrible. Creo que hay otras partidas en las que se podría recortar que no fueran las de cultura o educación. Es una cuestión de prioridades políticas. El precio que vamos a pagar a largo y a corto plazo es terrible, aún no nos lo podemos ni imaginar, continuar en esta dinámica nos pasará una factura tremenda.
Con la reducción tan drástica de los presupuestos que estamos sufriendo año tras año, la situación es cada vez más complicada. Por otra parte, el dinero es necesario, pero no lo es todo, creo que en cultura no se debería escatimar en esfuerzo. Es fundamental que las instituciones y ayuntamientos tengan como firme propósito ofrecer la oferta cultural más atractiva posible.